Ay caja tonta, siempre fuiste mi preferida. Te defendí y te otorgué un status preferencial entre todos los seres enchufables que habitaban en casa. Sentarme delante de ti suponía saborear la pausa que le robaba al reloj al finalizar el día, momentos dibujados de información y entretenimiento que me hacían apreciarte. Tú y yo, y el sillón como acompañante, nada más… suficiente.
Pero desde hace un tiempo no te encuentro, no te entiendo, simplemente, no conectamos. Sentarme delante de ti y mirarte se está convirtiendo en un ejercicio de dureza emocional donde difícilmente encuentran espacio las emociones que dieron sentido a nuestra relación.
Es cierto que el Covid-19 nos está afectando y transformando como sociedad, y en cierta medida, nos está difuminando parte de aquello que éramos o soñábamos ser, y tú no eres ajena a ello. Pero cuando trato de buscar en ti dosis de actualidad, me siento expuesto a un cóctel de noticias, debates y mesas redondas adulteradas, donde la lucha de tus cadenas parece estar centrada en ver quién ofrece la noticia más apocalíptica. Hasta la esperanza vestida de vacuna la transformas en pesimismo; me cuentas que no hay suficientes, te deleitas con los conflictos entre gobiernos y farmacéuticas, dudas de su eficacia, me cabreas contándome cómo ciertos políticos se vacunan sin corresponderles... Y si me hablas de entretenimiento, lo sueles acompañar de ingredientes donde el sensacionalismo y el amarillismo amargan el sabor que esperaba encontrar.
Me hablas de oleadas, como si el Covid fuese un tracking, de variantes del virus, cifras de contagiados… y no te das cuenta de la pandemia que está oculta, que no se traduce en cifras diarias y que viene con la fuerza de un tsunami que surge desde las profundidades del océano: la crisis psicológica de la sociedad. Una crisis que tú podrías contrarrestar (y no favorecer) mostrando lo que un día fuiste: una caja desde la que brotaba optimismo y entretenimiento, y donde la familia nos juntábamos alrededor tuyo para abrazarnos a un concurso, a una serie, a una ilusión. Pero no; tengo la sensación de que has elegido el camino de la desesperanza y el enfrentamiento (como buena parte de los medios de comunicación, también te diré), y esto me hace alejarme cada día más de ti.
Aunque para ser justos, te diré que aún encuentro un haz de luz cuando te miro. Los bloques de anuncios que me ofreces entre tus borrascosos programas los empiezo a sentir como una bocanada de aire fresco, un reel de resplandor dentro de la caja tenebrosa en la que te has convertido (si no me los ofreces con incansable repetición, claro, como también sucede en determinadas propuestas programáticas en las Apps… pero este es otro tema del que te hablaré algún día).
¡Qué cosas, verdad! Si antes podía considerar a los anuncios como el amigo inoportuno que venía a romper nuestros momentos de intimidad, resulta que ahora encuentro en ellos la desconexión, la esperanza de pensar que hay otro mundo donde la creatividad, la innovación, la evolución y las ganas por volver a ser parte de lo que éramos, aún está presente en la sociedad. Me evade, disfruto con ello, no lo puedo negar. Y diría que hasta le presto más atención que antes.
Por esto te pido que les digas a tus anunciantes que sigan estando presentes; que sean conscientes que ellos nos pueden hacer ver que la vida no se detiene, que tenemos que seguir caminando, creando, proponiendo, construyendo y transformando un Presente sin el anhelo del Pasado y creyendo en el Futuro.
Un producto, un servicio, un mensaje de comprensión o una acción de compromiso, claves que pueden hacernos conectar y creer más en ellos en estos momentos en los que estamos tan ávidos de ilusiones, y donde nuestros deseos se agrietan con cada oscura noticia que enfatizas, querida caja.
Para despedirme, y como entre nosotros no hay secretos, te diré que últimamente estoy intimando con unas plataformas que me lanzan cantos de sirenas con sus series, sus películas, sus nuevas formas de hablarme; seguro que has oído hablar de ellas - Netflix, Disney +, Amazon Prime, Twitch…. Nos estamos conociendo y no sé en qué terminará, pero al menos me ofrecen lo que necesito y eso me gusta.
Pero no, no pienses que te voy a abandonar ahora porque justo en estos momentos es cuando el valor de la comprensión, de la compañía de un abrazo (aunque sea desde la distancia), debe estar más presente entre nosotros; solo te pido que me escuches porque siento que se está perdiendo la magia que un día dio sentido al vínculo que se creó entre tú y yo.
No, ya no eres la caja tonta e ingenua que un día fuiste; ahora te siento tenebrosa, y eso me inquieta, me hace dudar. Solo espero que reflexiones.
Aun así, te sigo queriendo.
Alberto Plazas
Account Director - Punto de Fuga