Entre 1’5 y 2… de eso se trata

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Tras la inicial e impactante crisis humanitaria y sanitaria que la pandemia por Covid-19 generó, como si de un inesperado tsunami se tratase, en los últimos meses estamos siendo testigos de otras crisis colaterales que esta devastadora pandemia está horadando de manera directa en nuestras realidades económicas y de consumo:

  • Por un lado, una crisis de desabastecimiento de (ciertas) materias primas, así como de componentes tecnológicos, situación que está generando una interrupción en la cadena de suministro global de varios sectores, con las consiguientes roturas de stocks en la distribución final y sus consiguientes listas de espera – además del incremento adyacente de los precios debido al incremento de los costes de producción.
  • Y por otro, la crisis energética derivada de un aumento progresivo de los costes de la energía, con la implicación que esto tiene en las economías de las empresas y los bolsillos de los ciudadanos.

Estos movimientos “depresivos” vienen generados, en buena medida, por la incapacidad de la oferta de dar cobertura al aumento de demanda existente, demanda que ha cogido fuerza tras salir del confinamiento social y económico al que nos arrastró el Covid-19.

Analizando el conjunto de factores que parecen estar contribuyendo en la generación o impulso de estas crisis, me gustaría destacar dos por su relevancia no solo en términos económicos y de consumo, sino por su efecto sobre uno de los ejes de preocupación de mayor calado en la actualidad: la sostenibilidad medioambiental. Me refiero a:   

  • el crecimiento exponencial que está alcanzando el comercio electrónico mundial. Una tendencia que está dibujando la manera de comprar en los hogares, convirtiéndose en una realidad cotidiana, tal y como recogemos en nuestro reciente estudio Covid-19: De la nueva normalidad a la realidad. Este imparable aumento, entre otros desencadenantes, está produciendo una demanda de transporte (y por extensión, de contenedores) que la capacidad actual del mercado se ve incapaz de absorber.
  • la ascendente sobrepoblación mundial. En la actualidad estamos cerca de alcanzar la cifra de los 8.000 millones de personas, con una previsión de superar los 10.000 millones de personas en el 2050 (a final del siglo se prevé, incluso, que se duplique la población respecto de las cifras actuales).

Estos movimientos ascendentes, además de su impacto en términos económicos y sociales, tienen una marcada repercusión en términos de sostenibilidad medioambiental, y esto nos debe poner sobre la mesa una realidad que a veces parece olvidarse: vivimos en un emplazamiento único (La Tierra), … pero FINITO (se considera necesarios tres planetas Tierra para satisfacer la demanda de la población siguiendo el crecimiento esperado para 2050; quizá por esto Jeff Bezos ha aseverado recientemente que viviremos en el espacio y la Tierra será nuestro lugar de vacaciones).

 

Entre 1,5 y 2 es el aumento máximo de temperatura (en grados) que, según Naciones Unidas, puede permitirse la Tierra - respecto de los niveles preindustriales - si no queremos arrastrar al planeta a situaciones medioambientales sin retorno, con efectos devastadores para la población y nuestra forma de vivir. Según las previsiones, y teniendo en cuenta los diferentes vectores de crisis apuntados con anterioridad, si no se aplican cambios profundos y rápidos respecto de la reducción de emisiones de CO2, este incremento de 1’5-2Cº se va a superar con claridad en las próximas décadas.

Y por ello, además de contar con un compromiso más claro y decidido tanto por parte los dirigentes mundiales – no las “medias tintas” que ha supuesto la reciente cumbre del Clima COP26 de Glasgow –, como de las grandes compañías mundiales, es necesario pensar en aplicar cambios en los modelos de consumo actuales, en la relación que se establece entre las compañías y los consumidores.

En concreto, del lado del consumidor, es momento de pararse a pensar si el ritmo frenético que llevamos, en nuestra manera de vivir y de consumir, nos está llevando a desarrollar comportamientos que no favorecen la sostenibilidad del planeta. Pero no solo hay que reflexionar sino también actuar; es momento de la acción. Siendo conscientes que son los movimientos colectivos aquellos que verdaderamente tienen el poder de la transformación, no debemos caer en el error de dejarnos arrastrar por el escepticismo o la frustración de pensar que nuestra acción individual no tendrá sentido alguno en un contexto tan global - o de sentirnos solos y abandonados en el empuje sostenible que aportamos a la sociedad. Evidentemente, desde nuestra individualidad no podemos pretender abrazar todas las causas pro-medioambientales, pero sí encontrar aquella o aquellas que, por nuestra capacidad, puedan contribuir a favorecer un comportamiento de consumo más sostenible; es hora de trazar nuestro plan.

Y en esta búsqueda de nuestras causas, la compra on-line bien podría ser un campo en el que aplicar cambios conductuales para hacerla más sostenible, especialmente cuando se trata de las entregas ultra rápidas. Son evidentes los beneficios que aporta el canal on-line al comprador, por su rapidez y comodidad (compra que, además, eleva los niveles de satisfacción del cliente frente al canal presencial, tal y como reflejamos en el nuestro estudio sobre Covid-19, y que cité con anterioridad). Pero, como contrapartida, también son patentes las implicaciones negativas que esta venta on-line tiene tanto en el transporte (en la denominada “última milla” del producto), como en el embalaje (por no hablar de otras implicaciones como las reflejadas en el inicio de este texto).

Con esto no estoy haciendo una proclama para abandonar su uso, ni mucho menos, sino que mientras las compañías (vendedores, distribuidores y transportistas) deben trazar sus propios planes para hacer de las transacciones on-line un canal más sostenible medioambientalmente hablando (en términos económicos no entraré), los usuarios deberíamos sopesar cómo mejorar nuestro modelo de relación transaccional con el canal. ¿Tenemos tanta necesidad del “aquí y ahora”? ¿No deseamos un e-commerce más sostenible?

 

Yo, por lo pronto, acabo de cancelar un pedido de una plataforma on-line debido a que los dos productos que tenía en la cesta me los enviaba la plataforma en dos entregas diferentes, sin la posibilidad de poder elegir una entrega más tardía pero conjunta (lo cual se adaptaba más a mi verdadera necesidad). Una doble entrega, una última milla diversificada, una contribución innecesaria de más emisiones de CO2. Pedido cancelado. Por el contrario, he decidido que voy a ir andando a una tienda de mi localidad donde los puedo adquirir. Un paseo de ida y vuelta que me supondrá una distancia de entre 1,5 y 2 (kms) … de eso se trata.

 

Alberto Plazas

Account Director

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